En Alemania hace fresquito, decían. Allí a penas hace calor, decían. A traición, así me colaron el concepto del clima en Alemania en verano. Porque estoy sufriendo un calor horroroso estos días. Hay veces que temo comenzar a derretirme en cualquier momento como los helados que me como.
Que estamos ni más ni menos que a 32º a eso de las 5 de la tarde, y si a eso le sumamos el horno en el que vivo, la temperatura sube de una forma asombrosa. En este lado del camping no hay ni un mísero árbol que nos dé sombra, y para colmo la mitad de las ventanas están de adorno. Resulta que el «lumbreras» (por no decir algo más fuerte) que construyó la caseta que nos hace de salón y cocina y que tiene un tejadillo sobre la caravana (menos mal, algo hizo bien) decidió que eso de que las ventanas se abrieran era una tontería. A ver si puedo explicarme.
En la caseta tenemos en total 3 ventanas, de dos hojas cada una. De ellas, sólo 2 se abren, eso sí, una hoja que está partida en horizontal y es corredera hacia abajo. Vamos, que el hueco que queda realmente abierto viene a ser un cuarto de ventana. Corriente, poca. Y en la caravana solo se abren las dos de los extremos (y una de ellas es de la cocina, los que alguna vez habéis estado en una sabréis por qué lo digo, el resto, mejor visitar San Google). Las otras 3 ventanas coinciden con las columnas que sujetan el techo del tinglado, así que es imposible abrirlas.
Pues ahí estamos los 4 a las 6 de la tarde con la lengua fuera, la puerta abierta de par en par a ver si tenemos algo de suerte y no solo entra el sol y cambiando de silla porque se recalientan las que están pegadas a la pared, como el mini-sofá. Que si tuviéramos algún mueble de piel, no nos despegan ni con espátula.
En esos momento lo único que ayuda es la piscina, que como tiene árboles altos alrededor casi nunca le da el sol y está fría del carajo. Así que las opciones son o morirnos de calor o pegarse un chapuzón en una piscina que con suerte alcanza los 22º. Que cuando llevas unos minutos en el agua el cuerpo se acostumbra, pero la impresión que da al meterse, corta la respiración.
Ni quiero imaginarme si algún día tenemos una ola de calor de esas bestias de 42º. Ahí directamente me meto en la mini-nevera y no salgo. Pero lo que más me sigue desconcertando es tener que dormir con edredón, que de noche hace fresquito y eso de dormir con una sábana implica pillar un resfriado.
Sueño con el día en que sale nublado y llueve un poco, que al menos nos da un respiro. Según el hombre del tiempo, el jueves lloverá. Espero que como los últimos 3 meses no se equivoque, que yo cuando rezaba para que llegara el verano no contaba con que esto iba a ser un horno a lo grande.
Por cierto, tenéis una pequeña actualización en «Curiosidades del blog».