Las cosas van avanzando, a pasito lento pero van. Pero siempre hay algún detalle que puede que no sea tan bonito. El de hoy, lo califico como neutro a estas alturas. Mi novio ha dejado el restaurante. Y tiene sus motivos.
¿Os acordáis cuando empezó lo contento que estaba? Esa alegría duró el tiempo que estuvo uno de los hermanos propietarios de vacaciones. Al principio sólo era que el tipo se creía superior por tener un restaurante. Vamos a ver, sí, funciona decentemente, pero tampoco es para tirar cohetes. Digamos que los beneficios que sacan, los obtienen por los pésimos sueldos que pagan a los trabajadores. Cuando mi novio empezó, le ofrecieron un sueldo decente, si no, el no habría aceptado.
Pero han empezado con historias muy raras desde hace un tiempo. Bueno, más bien el jefe borde es el que da problemas. Primero con lo de los horarios, que si os acordáis se los ponían de tal manera que le impidiera ir a la pizzería. Más de una vez se lo hizo, pero sólo el primer fin de semana coló, el segundo mi novio le puso las cosas claras. Luego empezó a decirle que si se tomaba un café, agua o lo que fuera, tenía que apuntarlo en su lista para cobrárselo después. Supuestamente para declararlo después, aunque habían muchas mesas a las que cobraban en negro. Incomprensible. Y así ha seguido incordiando cada vez que tenía oportunidad.
Pero la semana pasada mi novio estuvo de baja unos días por un catarro (¿dónde lo habrá cogido?) y no fue a trabajar a ninguno de los 3 sitios. En su empresa, el almacén, sin problemas. Ni una cara rara siquiera. Al pizzero no le hizo demasiada gracia, pero no llegó la sangre al río. Pero al borde del restaurante no le ha hecho demasiada gracia y decidió no pagarle hasta que a él le diera la gana. 9 días ha tardado en «prepararle» su dinero. Y con intención de regatearle con el sueldo. Y como esta semana ya avisó de que tenía dentista varias tardes y no podía ir, se ve que se le hincharon las narices. Hoy al llamarle para preguntar por el horario del fin de semana le ha hablado de muy malas formas y al final el que se ha enfadado ha sido mi novio. No le ha hablado mal, pero le ha dicho que mejor se busque a otro.
Así que ahora se queda con dos trabajos, el almacén y la pizzería, que ya le comentó el pizzero que quería que fuera a trabajar más horas a la semana. Entre unas cosas y otras, se va a quedar con un sueldo similar pero trabajando unas pocas menos horas. ¡Hasta le veré por casa y todo!
De momento mañana no tiene que ir a la pizzería, porque como el fin de semana pasado estuvo de baja, el pizzero pidió ayuda a un familiar que también va a ir este fin de semana. Así que mañana ¡nos vamos a Ikea a merendar! (¿envidia, mami?) Que aunque no vayamos a comprar ningún mueble, me gusta darme una vuelta, y soñar es gratis. Como ahora ya podemos ir con el coche nuevo, pues ale, a pasar la tarde allí. Creerme que si hubiera sido por mí, ya habría ido unas cuantas veces, porque lo tenemos cerca, a unos 25 km. Pero la dichosa pegatina nos lo impedía. Mañana de merienda, perritos calientes de 1€. ¡Yuju!
Y como estoy contenta (que a mí lo des restaurante no me parece el fin del mundo, hay muchos más donde ir a trabajar unas horas) aquí os dejo una foto de esta tarde. Así combato yo el frío. Como podréis ver, efectivamente al teclado con el que os escribo le faltan teclas. Y sí, esa es la bata-manta que huele a sushi.