Un trocito de Tailandia

Hoy hemos ido a cenar a un restaurante tailandés que hay aquí en el pueblo. Llevábamos tiempo queriendo ir, pero hasta este mes no abrían otra vez. Tenemos muy grabada en la cabeza la comida que probamos allí, tanto en un sitio como en otro, y he de decir que nos ha sorprendido gratamente este restaurante. Sobre todo el arroz, nos ha recordado mucho al que comimos en el primer hotel de Bangkok. El Pad Thai hay que reconocer que aquí estaba espectacular, cosa que allí la verdad es que pasó bastante desapercibido al menos para mí. Mmmmm…. Yang…. tengo grabada en la retina y el paladar el plato de cerdo con anacardos. Que rico… Una pena que esta gente no lo cocine igual. De todas formas estaba muy bueno, y a un precio bastante decente.

Así que ya sabéis, si queréis probar algo de la cocina tailandesa tenéis una buena oportunidad de probarla muy cerca de casa. Y si ya queréis rematar la faena, un crepe con chocolate (a mi me pirra el blanco) que venden muy cerca. Noche redonda.

Ruidosa

Acabamos de llegar de comer en un restaurante y vengo mosqueada. Bueno, primero que nada. ¡Vacaciones! Estamos de vacaciones disfrutando de unos días de ajetreo, porque lo que es descansar… estamos molidos con tanto movimiento. Ya os contaré en otro momento.

A lo que venía. Hemos ido a comer con un amigo y su hija a un asiático. La peque claro, se ha portado genial hora y media, pero cuando se ha aburrido de sus dibujos cualquiera la mantenía sentada en la trona. Han empezado a jugar las dos a pillar y la mía andaba tan emocionada que se ha puesto a chirriar, porque cuando está contenta no chilla, chirría como una puerta oxidada cerrándose a cámara lenta. Pues una señora del otro lado de la sala se ha levantado a llamarnos la atención porque la niña le estaba molestando. Vamos a ver, es un bebé con poco más de 15 meses. Corre, pellizca, muerde, chirría, pero no es más que un bebé al que no puedes decirle que chirríe más bajo. Yo puedo entender que a esa señora alemana (que poco me extraña) se quejara diciendo que le molestaba por el audífono que lleva, pero la gente así tendría que tener un poquito de paciencia. La niña no ha dado un ruido en horas, y a 15 minutos de irnos (llevaba 5 jugando alrededor de la mesa) se ha puesto tan contenta que estaba haciendo ruido. A nadie más ha parecido importarle, ni nos han mirado mal ni se han quejado. No jugaba cerca de ninguna mesa con gente, y el ambiente tampoco era silencioso. Pero no pueden entender que todavía no es capaz de controlar del todo lo que hace, y el concepto “molestar” no sabe lo que es. Querrán que esté quieta sentadita en la silla con las manijas juntas y escuchando a los adultos. Ahora mismo tiene edad de jugar haciendo ruido, que agotar las pilas a 7 como yo, de ensuciarse y de todo lo que viene siendo hacer el bichillo por la casa o donde haga falta. 

Bueno, lo dejo ya que el patito ruidoso se acaba de despertar y ya no va a parar hasta la cena. Que poca paciencia tiene la gente.

Cenita romántica

Hoy fuimos a la cena que os dije ayer, y madre mía lo que la hemos disfrutado. Si fuera de otro modo, no pondría el nombre, pero ya que la comida nos ha sido genial y no nos ha costado un céntimo (ahora os cuento), creo que un poco de publi tampoco está mal.

La cena era en el San Giuseppe y de verdad que hemos salido muy contentos de allí. El premio ponía que era un menú degustación, y los dos íbamos con la idea de que fuera una cena más bien pequeña (ya sabéis, somos de buen comer) e incluso bromeamos con pasar por un wok después si nos quedábamos con hambre. Que va, nos salía comida por las orejas. ¡Y qué rico estaba todo!

Para empezar, el lugar es precioso. Si entráis en la página web que os he colgado veréis alguna foto. No es una simple pizzería, en un poco más fino. Y va todo tipo de gente, desde unos que iban bastante elegantes a una pareja un poco playera (con el fresquito que hace hoy). No sé si os ha pasado alguna vez de entrar a comer a un sitio y sentir que no encajas. Pues aquí no pasa. El servicio estupendo, todos han sido muy amables.

No nos han dejado elegir nada, era una cena sorpresa. El cocinero simplemente cocinaba lo que quería. Eso sí, ha tenido muy buen ojo. Varios entrantes (a cual más rico), dos platos generosos de pasta, postre para compartir y café. Ya os digo que hemos acabado los dos más que satisfechos.

Pero sin duda volveremos, yo me he quedado con las ganas de probar una de esas pizzas gigantes que han servido en la mesa de al lado. ¡Enormes! Si os digo que fácilmente tendrían 50 cm de lado a lado, no exagero. Con una pinta… Y no creáis que sólo las pizzas son grandes. Qué va. Han sacado por allí varios platos más y también eran raciones muy generosas.

En cuanto a precios, he estado echando un vistazo a la carta, y son precios normales, no es un sitio de los más baratos, pero tampoco es caro. Dependiendo de lo que se elija, yo diría que una cena (un entrante para compartir, dos platos principales con bebida y café) puede salir ente 15€ y 30€ por persona. Creedme, con eso es más que suficiente para salir bien cenados.

En definitiva, un lugar muy recomendable para una cenita tranquila. Y en verano tiene que ser un lugar ideal para cenar en la terraza, que es enorme y sin demasiado tráfico cerca. Si estáis por la zona, os apetece una cena fuera de casa (o para llevar) y no sabéis donde, es un sitio a tener en cuenta. Ya tengo ganas de volver a por una pizza…

Adiós, tocanarices

Las cosas van avanzando, a pasito lento pero van. Pero siempre hay algún detalle que puede que no sea tan bonito. El de hoy, lo califico como neutro a estas alturas. Mi novio ha dejado el restaurante. Y tiene sus motivos.

¿Os acordáis cuando empezó lo contento que estaba? Esa alegría duró el tiempo que estuvo uno de los hermanos propietarios de vacaciones. Al principio sólo era que el tipo se creía superior por tener un restaurante. Vamos a ver, sí, funciona decentemente, pero tampoco es para tirar cohetes. Digamos que los beneficios que sacan, los obtienen por los pésimos sueldos que pagan a los trabajadores. Cuando mi novio empezó, le ofrecieron un sueldo decente, si no, el no habría aceptado.

Pero han empezado con historias muy raras desde hace un tiempo. Bueno, más bien el jefe borde es el que da problemas. Primero con lo de los horarios, que si os acordáis se los ponían de tal manera que le impidiera ir a la pizzería. Más de una vez se lo hizo, pero sólo el primer fin de semana coló, el segundo mi novio le puso las cosas claras. Luego empezó a decirle que si se tomaba un café, agua o lo que fuera, tenía que apuntarlo en su lista para cobrárselo después. Supuestamente para declararlo después, aunque habían muchas mesas a las que cobraban en negro. Incomprensible. Y así ha seguido incordiando cada vez que tenía oportunidad.

Pero la semana pasada mi novio estuvo de baja unos días por un catarro (¿dónde lo habrá cogido?) y no fue a trabajar a ninguno de los 3 sitios. En su empresa, el almacén, sin problemas. Ni una cara rara siquiera. Al pizzero no le hizo demasiada gracia, pero no llegó la sangre al río. Pero al borde del restaurante no le ha hecho demasiada gracia y decidió no pagarle hasta que a él le diera la gana. 9 días ha tardado en «prepararle» su dinero. Y con intención de regatearle con el sueldo. Y como esta semana ya avisó de que tenía dentista varias tardes y no podía ir, se ve que se le hincharon las narices. Hoy al llamarle para preguntar por el horario del fin de semana le ha hablado de muy malas formas y al final el que se ha enfadado ha sido mi novio. No le ha hablado mal, pero le ha dicho que mejor se busque a otro.

Así que ahora se queda con dos trabajos, el almacén y la pizzería, que ya le comentó el pizzero que quería que fuera a trabajar más horas a la semana. Entre unas cosas y otras, se va a quedar con un sueldo similar pero trabajando unas pocas menos horas. ¡Hasta le veré por casa y todo!

De momento mañana no tiene que ir a la pizzería, porque como el fin de semana pasado estuvo de baja, el pizzero pidió ayuda a un familiar que también va a ir este fin de semana. Así que mañana ¡nos vamos a Ikea a merendar! (¿envidia, mami?) Que aunque no vayamos a comprar ningún mueble, me gusta darme una vuelta, y soñar es gratis. Como ahora ya podemos ir con el coche nuevo, pues ale, a pasar la tarde allí. Creerme que si hubiera sido por mí, ya habría ido unas cuantas veces, porque lo tenemos cerca, a unos 25 km. Pero la dichosa pegatina nos lo impedía. Mañana de merienda, perritos calientes de 1€. ¡Yuju!

Y como estoy contenta (que a mí lo des restaurante no me parece el fin del mundo, hay muchos más donde ir a trabajar unas horas) aquí os dejo una foto de esta tarde. Así combato yo el frío. Como podréis ver, efectivamente al teclado con el que os escribo le faltan teclas. Y sí, esa es la bata-manta que huele a sushi.

IMG-20131011-WA0000

Volvería a verlo por casa despierto

Hoy os traigo noticias. Son buenas, y aunque no cambia las cosas a corto plazo, puede que lo haga en un futuro. En uno de los 3 trabajos que tiene mi novio en estos momentos le han dicho que quieren que se incorpore en plantilla a jornada completa. ¿Adivináis cuál? Si, en el restaurante. Les gusta tanto como trabaja los ratos que va por las tardes y los fines de semana que quieren que trabaje todos los días allí.

Dicho así en frío, igual no os dice nada, pero sería un cambio agradable. Él trabajaría de lo que le gusta, estaría mucho más contento. Y no vamos a negarlo, me sabe fatal que tenga que salir de casa a las 4:30 de la mañana y que haya días en que lo vea a penas 15 minutos antes de volver a irse hasta las 21:00 o 22:00 que vuelve del segundo trabajo. Nosotros que somos un poco nocturnos (¿se me nota mucho?) el pobre lo ha pasado fatal con el horario los primeros días.

Tenerlo en casa unas horas más sería un cambio agradable, y le permitirían seguir trabajando en la pizzería en los ratos libres, que tendría más. Podría ir de viernes a domingo. Le han dicho que no hay prisa en que se decida, que se tome el tiempo que le haga falta. Y aunque las cosas en el almacen han mejorado bastante (ya no ha vuelto alterado de allí), se lo está pensando, porque lleva ya para 3 semanas sin librar ni un solo día y se le nota el cansancio. Por mucho que quiera seguir este ritmo, no creo que pueda aguantarlo por muchos meses. Y ,siendo un poco egoísta, tener compañía sería de agradecer.

Que está llegando un punto en que me estoy volviendo un poco loca. Les acabo de echar la bronca a los perros porque me han desparramado por todo el salón los espaguetis con salsa que han sobrado de la cena y les he puesto en el comedero. Discurso incluido. Mi novio estaba viendo la escena y se ha estado partiendo de risa un rato largo. ¡Y me ha llamado maruja!

Definitivamente, en mi cabeza algo no va bien, porque el hecho de que le hable a los perros como si me entendieran de verdad para que no vuelvan a hacerlo, no creo que sea una buena señal. En fin, todo se andará. Y como todavía no le han pedido una respuesta definitiva, veremos como evolucionan las cosas antes de tomar una decisión.

Por cierto, para quien haya visto en el Facebook una foto de mis botas y no sepa de qué va el tema. La simpática Desblogger ha propuesto un concurso en su blog y una que se apunta a un bombardeo pues me ha faltado tiempo para participar. Os animo a pasaros aunque sólo sea a cotillear, que en las pocas horas que lleva abierto, ya hay más de 10 inscritas. ¡Os tendré al tanto!

No es lo mismo

Hasta las cosas más simples pueden variar de un país a otro. Cosas que a primera vista podrían ser iguales pueden tener una variante muy distinta a la que estamos acostumbrados. Pero sorprende todavía más cuando se supone que es en un tema «neutro» debido a que no pertenece a ninguno de los dos países. Me refiero a los restaurantes chinos de toda la vida, o como aquí los llaman, asiáticos.

Hoy, por darnos un caprichito, hemos ido a uno de esos restaurantes a pedir la cena para llevarla a casa. Cuando vivíamos en España era muy habitual buscar alguno cercano a casa y barato al que acudir cuando no nos apetecía cocinar, y teníamos nuestros preferidos que por unos 5€ por persona nos daban una buena cena. Claro, después de que hayan pasado más de 6 meses desde la última vez, pues ya habían ganas. Preguntamos y nos dijeron de uno aquí al lado, a unos 5 minutos en coche. Pues allí que nos fuimos.

Como yo no iba a entender la carta ni por casualidad, le pido a mi novio que encargue para mí cerdo agridulce y arroz tres delicias. Él se pide pato y tallarines. Esperamos unos minutos y le entregan una bolsa con los recipientes tras pagar unos 15€. Nos parece un pelín caro, pero claro, no tenemos con qué comparar. Hasta ahí todo normal. Llegamos a casa y desempaquetamos la comida. Para empezar los paquetes vienen precintados. Puntazo, no se te derrama la salsa en el coche. Pero cuando los abrimos, nos quedamos pensando si realmente seríamos capaces de comérnoslo todo.

Un plato con pato y arroz blanco, otro con verdura y arroz blanco, otro con cerdo al curry y arroz blanco y por último uno con tallarines. En TODOS los platos de carne le ponen arroz blanco. No estoy segura si fue un fallo de comunicación entre mi novio y el cocinero, porque de arroz tres delicias nada, verdurita y arroz blanco para mezclar. Ni que decir que ni se parecía a lo que yo pedí, pero estaba bueno. Tira y pase. Pero el cerdo agridulce que pedí, se ha transformado en cerdo al curry y pica como su madre. Vamos, que tampoco acertaron (el gafe que arrastro desde hace años, señores). Los platos de mi novio tal y como los pidió, pero los míos y uno acertado. Y a decir verdad, tenía todo más pinta y sabor a comida thailandesa que a china.

Resultado final: Comida 1 – nosotros 0. Nos ganó. Por cantidades, pedimos comida como para 4. Se han pegado un hartón de arroz blanco los perros, que andan hasta eructando. Para la próxima, probaremos algún otro restaurante a ver si hay suerte y se parece más a lo que buscamos. Y si no fuera mucho pedir, que mis platos sean lo que he pedido, porque al final mi novio ha compartido sus platos conmigo.

Otro primer día

Hoy, tal y como os conté hace unos días, mi novio ha empezado a trabajar los fines de semana en un restaurante del pueblo. Ha empezado el día con ganas, tenía muchísimas ganas de volver a trabajar en la hostelería, que es su verdadera vocación. Le encanta, hasta un punto que ni imagináis. El hecho de haber cambiado hoy sus botas de trabajo y vaqueros por zapatos y pantalón de vestir, le han devuelto un poco de alegría que le faltaba.

Me he tenido que levantar con él a plancharle la camisa (es un poco desastre con la plancha) y os voy a decir que hasta a mí me ha sorprendido lo que ha pasado luego. Se ha puesto a buscar algo en el móvil, y ha puesto la canción Fly de la película Intocable. Le ha hecho toda una ceremonia a su antiguo uniforme de camarero. Se lo ha puesto con una sonrisa de oreja a oreja mientras tarareaba la canción (o al menos intentaba tararearla, que tiene un oído un poco… sordo). Y con esa cara se ha quedado hasta que lo he visto irse con la bici por la esquina.

Se ha ido a trabajar y yo me he quedado sola (para variar). Ahora también tengo que entretenerme los fines de semana, que al no tener ni un día libre va a caer en coma cada vez que llegue a casa. A la vuelta venía como un niño con zapatos nuevos. Que lo echaba mucho de menos, que le encanta, que ya tenía ganas de volver, que le encanta (es que me lo ha dicho muchas veces en un rato).

Así que ahora tengo que tenerle listo dos uniformes en vez de uno, y las camisas blancas no son mis favoritas, que no voy a poner una lavadora (que me cuesta dinero) por dos camisas a la semana. Así que nada, a lavarlas a mano. Y con lo fresquita que está el agua (y lo que va a estar en unos días que va a ir refrescando) voy a pasarme gran parte de ese día con las manos heladas. Que gustazo…

Ya me gustaría a mí trabajar para que él no tuviera que hacerlo, aunque con lo que lo conozco, sé que no dejaría en trabajito del restaurante ni aunque yo trabajara a jornada completa. Es su pasión, lo adora y en lo único que piensa ahora es en el día en que pueda dedicarse en exclusiva a ese trabajo.