Tres meses con la exsuegra II

En vista de que la página «Tres meses con la suegra» ha tenido tan buena acogida (mejor de la que esperaba), que se está haciendo largo y que todavía me quedan cosas que contar sobre ella (que tres meses dan para mucho) me he visto obligada a abrir esta nueva página en la que seguiré contando sus paranoias y sus torturas. ¡Espero que sigáis disfrutándola!

Mi suegra y los juegos

Mi suegra tenía una extraña costumbre mientras estábamos en casa. Todas y cada una de las noches, absolutamente todas mientras se pudiera levantar de la cama, nos tocaba una sesión de juegos que podía durar entre 2 y 6 horas. Nunca entenderé muy bien por qué teníamos que jugar todas las noches, si cuando llevábamos un mes o así estábamos los tres hasta las narices de jugar.

Y para que vamos a engañarnos, variedad, poca. Y suerte que conseguimos meter dos juegos más en la rutina, porque al principio solo había un juego posible para la sesión. El principal juego era a las cartas, un jueguecito que le enseñé de cuando yo estudiaba y me pasaba los descansos jugando con los compañeros.

Me gusta el juego, y las cartas, pero le he llegado a tener manía de tanto jugar. Por suerte conseguimos introducir un juego de dados y el Rumikub (juego popular y entretenido por estos lugares). Y como dice el dicho, lo poco gusta, lo mucho cansa. Así que estábamos hasta las narices de juegos. Una partida tras otra intentando no ganarle demasiado y perdiendo, ya que se enfadaba si se daba cuenta de que le dejábamos ganar, pero todavía más si perdía.

Todo ello acompañado de gominolas y chocolate, que parecía que sin chuches no se podía jugar. No se cuantos kilos se habrán puesto sobre esa mesa mientras jugábamos. Incluso un día que no habían dulces sacó cereales de desayuno para picar.

Lo fácil que ha sido ganar quilos esos meses gracias a que la suegra todo lo acompañaba de dulces. Lo mejor era cuando decía » cuando estoy sola nunca tengo dulces por la diabetes» y a continuación se comía ella sola media tableta de chocolate blanco. Incluso la he pillado varias veces rebuscando a ver si quedaban chuches por algún rincón (si encontraba alguna se la comía a escondidas), y cuando me veía disimulaba diciendo alguna tontería para despistar.

Mi suegra y la electricidad

Mi suegra, como buena ahorradora alemana que es, tiene una obsesión con la electricidad y el consumo. La lavadora había que desconectarla de la pared cada vez que se acababa de usar (si pensabais que su obsesión con esta máquina se limitaba al suavizante, estáis equivocados), había que cortar tanto la electricidad como el agua. Y ¡hay pobre de ti! si te olvidabas y ella se daba cuenta. Que si la lavadora gasta mucho aún estando apagada (¡apagada del todo!), que el agua sigue corriendo y eso luego pasa factura…

Y esa obsesión se trasladaba a la cocina, que si ponía el fogón para cocinar (eléctrico) a la potencia 5 de 10 que era el máximo, decía que era una derrochadora. Que lo correcto era un 2 o 3 como mucho. Con razón tardaba horas en cocinar. Una vez mi novio lo puso en el 8 y menuda bronca le pegó en alemán.

Agobiada porque la bombilla de salón (nuestro cuarto) se pasaba unas cuantas horas encendida aunque fuera de bajo consumo LED. ¿Hola? Sabes que es invierno y a las 4 y media de la tarde ya no hay luz, ¿verdad? Que era inevitable, que no se veía absolutamente nada a las 5 de la tarde, y para ver las cartas o los dados la luz es fundamental. Eso si, su tele se podía tirar encendida hasta las 4 de la mañana aunque ella estuviera durmiendo desde las 12 y no hubiera nadie viéndola.

Mi suegra y Aldi

Mi suegra tenía (y tiene) una extraña fijación con el supermercado Aldi. Está claro que todos tenemos un supermercado favorito, pero lo suyo era fijación. Cualquier producto, si era de Aldi, era mejor. Para ella todo es más barato en Aldi (que si, que es barato, pero hay otros más todavía) y de mejor calidad.

Una vez se me ocurrió decirle que si íbamos a comprar al Lidl porque había un par de cosas que tenían a buen precio y me hacían falta (de esas que solo traen cada cierto tiempo y poca cantidad) y me miró con cara de saltarme al cuello en cualquier momento y morderme. No volví a planteárselo más, no fuera a ser que de verdad me mordiera.

Encontramos un pendrive en una tienda a buen precio (muy muy barato) y de una marca conocida, pero ella prefería comprar el de Aldi, que era 2€ más caro y a demás de una marca que no la conocen ni en su casa. Pero bueno, allá ella con su dinero. Que con lo tacaña que es, no me hubiera extrañado que nos hiciera recorrernos varios kilómetros por ahorrarse un par de Euros. Pero claro, el de Aldi era superior para ella.

Y con la comida… caso a parte. Cuando mi novio y yo hacíamos la compra porque ella no podía salir, tenía que revisarlo todo, y si había algo que ella pensaba que no era de Aldi, preguntaba de dónde era. ¡Hay de nosotros si no era de Aldi realmente! Parecía que se sabía el catálogo de memoria, y por supuesto decía que había sido muy caro (aunque costara lo mismo) y de mala calidad.

Hasta tuvimos que empezar a llevarnos bolsas de Aldi para comprar en otros supermercados, así la bronca era por comprar una bolsa (berrinche de un par de minutos) y no por comprar en otro sitio (podía durar horas si no estaba absolutamente todo a su gusto). Imaginaros la cara que me puso cuando le confesé que mis yogures favoritos eran de Penny. Casi me mata. Menuda derrochona estaba hecha yo por comprar un par de yogures de Penny.

Mi suegra y el pan

Odiaba el pan que compraba mi suegra. Aunque os acabo de contar que solo compraba en Aldi, había una única excepción. El pan de Penny. Quien conozca los super de aquí, sabrá de cual hablo. Una barra tamaño… no se me ocurre nada de ese tamaño. Grande, unos 30 o 40 centímetros de largo por 15 de ancho, cuadrada y con muuuuchos agujeros. Que bueno, el primer día tire y pase, pero a partir del 3º ya daba pena. Gomoso como pocos e insípido.  Que si me dijeras que para ir a comprar el pan tenía que dar un gran paseo, aún lo entiendo. Pero o nosotros íbamos todos los días a comprar algo (aunque no fuera necesario, solo para escaparnos de ella unos minutos) y podíamos llevarle pan (a lo que se negaba) o ella iba a trabajar al lado de varios super por los que pasaba a diario, y podía permitirse comprar un pequeño bollo para el día siguiente y que no estuviera ni gomoso ni duro.

Lo mejor era cuando montaba en cólera porque el pan ya no se podía comer (según ella a los 5 o 6 días) y había que tirarlo. Decía que era un despilfarro y que no se podía gastar tanto en pan. Nunca entendió que nosotros comíamos ese pan el primer día que llegaba, pero el resto ya no nos lo podíamos tragar por mucho que quisiéramos.

Y lo que más me repateaba era que al untarle algo (chocolate o mermelada por ejemplo) se caía todo por los agujeros. No había Dios que mantuviera en el pan lo que habías untado. Así que como opción quedaba el queso que se compraba (habiendo quesos maravillosos elegía uno que no era el más barato, pero sabía a plástico) o una mortadela que tampoco sabía muy bien.

16 comentarios en “Tres meses con la exsuegra II

  1. Por supuesto que vamos a seguir disfrutándola una mujer con semejante carácter no deja indiferente a nadie y es un éxito asegurado jajaja!!
    Vaya suerte la tuya se vá superando a sí misma con cada historia.
    Menudo coñazo éso de los juegos menos mal que no dió conmigo porque a mí no me gusta jugar y no sé jugar a nada a lo sumo a lo que juego es al parchís jajaja!!
    Me dejas a cuadros con lo de desenchufar la lavadora y cerrar el agua después de usarlas es la primera vez que lo oigo.
    Mil gracias.
    Un besito grande y muuuucha paciencia jajaja!!

    • Los juegos llegué a odiarlos, y mira que me gustaban al principio. Pero después de las primeras 42 horas de juego, cansa. Lo que hubiera dado en esos momentos por poder ver la tele sin tener que estar jugando, porque la señora no respetaba si quiera las películas que nos apetecía mucho ver (por supuesto, que fueran aprobadas por ella y después de una ardua negociación para poder dejarla). Y yo creo que lo de la lavadora es algo fuera de lo normal, la señora que tenía muchas paranoias en la cabeza con todo. Y no veas al que tenía que liar para desconectarla, que tanto el agua como el enchufe quedaban tras una estantería en la que estaba empotrada la lavadora. La de cabezazos que le di al estante de en medio.

  2. No sé por qué, pero creo que empiezas a ver a tus padres bajo una luz diferente…. quizás no te parezcan ya tan petardos. Un beso.

  3. No me habia dado tiempo a leer la actualización. Me imagino a tu suegra comiendo gominiloas sin parar y tragandose las fichas del Rumikuv. El móvil, de momento, aguanta? Un saludo

    • Pues tal cual la vi yo. ¡Menudo vicio! No se comió las fichas porque eran de plástico duro y un poco indigestas. Que si no… El móvil parece que aguanta. Veremos cuanto (rezo para que mucho).

  4. lo de tu suegra es por la edad, nos hacemos mayores y maniáticas, es cuestión de saber llevarlo y ya esta. tu le dices a todo que si y luego haces lo que te parece, como solemos hacer todas. verdad?

    • Puede que sea la edad en parte, pero por lo que me han contado, ha sido así de toda la vida. Yo creo que la señora sencillamente es difícil. Y por mucho que yo le dijera que si, siempre encontraba el modo de averiguar si realmente había hecho lo que ella decía.

  5. No te has parado a pensar que tu suegra tiene comisión de Aldi? Porque otra explicación no tiene.
    Y es que fastidia mucho pagar más por comprar en un sitio a sabiendas de que en otros está más barato y encima te gustan más los productos.
    Muy buena la táctica de llevaros las bolsas de Aldi para que crea que lo habéis comprado allí.
    Desde luego a tu suegra en unas cosas se pasa y en otras no llega le parece un despilfarro lo del pan pero no lo de Aldi.
    Pero es cierto lo que te dice tu madre tú le dices a todo que sí y después haces lo que quieras y así todos contentos.

    • No se si le darán comisión por publicidad, pero igual es accionista y no nos lo ha dicho. Porque vamos, esa fijación no tiene límites. Y es que yo creo que le gusta llevarlo todo al extremo. Pero bueno, ya no me toca aguantarla, así que yo feliz como una perdiz.

    • Yo lo tengo claro. Si le da un yuyu de los fuertes y necesita cuidados más de un par de meses, a la residencia de cabeza. Yo no la aguanto lo que le quede metida en casa. Llamarme cruel, pero ya he tenido suficiente y se que en la residencia la cuidarían mejor de lo que yo podría cuidarla.

    • Es que la señora es un mundo a parte. Ahora yo también me río, pero en esos momentos se me pasaba de todo por la cabeza. Me alegra saber que con la experiencia que tuve al menos os saco unas risas.
      Llevo unos días queriendo actualizar, pero cuando tengo un rato no me acuerdo de hacerlo. A ver si hoy me animo y subo algo. Aunque tengo que decir que probablemente queden dos entregas por publicar. Pero sin preocupaciones, que la suegra sigue dando que hablar.

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