Cada día estamos más cerca del día «B», faltan algunas cosillas por rematar, pero hoy no os voy a dar la turra con la boda. Bueno, va, solo unas pocas líneas. El lunes fui a la prueba de la peluquería, y a pesar de que ODIO con todas mis fuerzas que me toquen el pelo (me duele horrores que me peinen) quedé gratamente sorprendida con el peinado. Yo pensaba que quedaría peor (por mi pelo, no por la peluquera), y para ser una prueba rápida quedó genial. Qué ganas de verlo ya todo en conjunto.
Pero a lo que venía hoy era a otra cosa. Todos sabéis que los niños repiten patrones que ven en casa. De sus padres de sus abuelos… en general son un espejo de todo lo que ven. Y en concreto la peque algunas veces me ayuda a regar las plantas de la terraza, y me imagino que también a la abuela. Tanto en casa como en El Campo. Pues anoche estaba bebiendo de su vaso de dibujos, entretenida con sus juegos y charlas. Cuando ya se había tomado el agua que le apetecía, decidió regar algo con lo que sobraba (cosa que mi madre hace en la tienda en la que trabaja mi hermano con la planta que tenemos allí). ¿A que no sabéis qué regó? ¡Mi ensalada! Ella vio verde y allí que se fue a regarla. Me la puso tipo sopa. Me fascina la capacidad de relacionar ciertas cosas aunque nadie le haya explicado nada al respecto. Así que nada, tras la cara de «conejo cuando le dan las largas» que se me puso, me tocó escurrir mi ensalada para poder comérmela.
Nada, a partir de ahora tendremos que tener cuidado en casa con no dejar las ensaladas sin vigilancia por si nos las vuelve a regar. No era suficiente con tener cuidado con la comida por la gata, ahora con la enana también. Ni despistarse puede una…
PD: he dejado otra receta más en el blog de cocina. Esta vez una tarta.