Día 15, Tokio

Y ya llegamos a nuestro último día de este viaje. Como no podía ser de otra forma volvimos a comer al primer sitio de plancha al que vinimos a parar. He buscado la receta de la salsa que no es nada complicada así que casi con toda seguridad lo intentaré en casa. Solo me falta averiguar qué son esa especie de “crispis” que lleva (me dijo el nombre la camarera, pero no lo recuerdo y en Google no aparecía). Acabo de volver a ver el vídeo que grabó Roxu y le llama aketama, pero yo no he sido capaz de encontrarlo por ninguna parte. Nos pusimos como el kiko y a empezar el día.

Yo tenía en el maravilloso planing que hice antes de salir de España como visita “obligatoria” el ayuntamiento de Tokio. Tiene un mirador bastante alto y es gratis, que más se puede pedir. Lástima que nos pilló un día con lluvia y enturbiaron un poco las vistas, pero no dejan de ser impresionantes.

Desde la torre norte

A 40 pisos de altura está el mirador. No son los 300 metros del de Osaka ni el ascensor es tan espectacular, pero no lo desmerece ni un poco.

Encima era algo así como el día del espontáneo y había gente tocando el piano allí mismo. Luego subo un vídeo para que veáis las vistas con el piano de fondo.

El día del espontáneo versión piano

Al bajar vimos que en la entrada había una oficina de turismo, y muy amablemente una chica nos dio una guía (más otra que encontramos al salir de la parada del metro) y estuvimos hablando un poco con ella en español. Primera vez que nos encontramos con alguien japonés que hablara nuestro idioma. Ahí llevo las guías para nuestro futuro viaje de vuelta. Porque habrá viaje de vuelta, no sé cuando pero lo habrá.

Como consejo daría que si alguien viene de nuevas a Japón y empieza por Tokio que primero haga una visita al ayuntamiento viniendo en metro.

Ya por última vez volvimos a Akihabara para hacer algunas compras más. Al final hemos tenido que comprar una maleta grande para volver con todas las tonterías que nos hemos traído. El cargamento de families no ha sido poco precisamente. Aquí os dejo hoy con la foto de una autocaravana que estuvo aparcada junto a la casa que nos hacía de hotel.

La caravana de pin y pon

Ahí donde la veis es más pequeña de lo que parece. Tendrá de alto sobre 1,6 o 1,7m de altura aproximadamente. En realidad muchísimos coches tienen este aspecto, muy cuadrados y chiquitines. Coches “normales” hay, pero según la zona abundan más los de pin y pon que les llamamos. Y esto tiene su explicación. En Japón antes de elegir coche necesitas tener donde aparcarlo. Un trocito del terreno de tu casa que haga de parking, uno público… pero no puedes aparcarlo en la calle. De hecho los pocos coches que había en la calle eran en parking de esos con temporizador que van con monedas. Primero tienes que ir al ayuntamiento a solicitar que alguien venga y mida tu parking. Cuando ya tienes ese papel vas al concesionario y te muestran que coches entran dentro de esas medidas. Alucinante es poco. Me los imagino al venir ellos a España por ejemplo que la gran mayoría aparcamos en la calle. Ojalá tuviéramos plaza de parking.

Bueno, se nos acabó el tiempo en Japón. Es hora de volver a casa y repartir esa maleta cargada de cosas.

Día 14, Tokio

Bueno, para todos aquellos que acostumbráis a comer sushi en España, comer sushi en Japón poco tiene que ver en la mayoría de ocasiones. Olvidaros del aguacate, del surimi o del salmón ahumado. Aquí suele ser todo pescado crudo y arroz, y solo en congrio (creo, no estoy muy segura de la traducción) lo sirven cocinado como el atún en lata. Que estar está bueno, pero yo no me esperaba que me pusieran un trozo de calamar crudo sobre una bolita de arroz. Había que probarlo, pero no es mi fuerte. El atún y el salmón aquí están como más tiernos, y el sabor cambia. ¿Que a qué viene todo esto? A que busqué un sitio que tuviera sushi “de verdad”, no de esas versiones para turistas que te vendes por ahí (y que tan ricas están, todo hay que decirlo). Fuimos a un pequeño local que tendría 3 o 4 mesas y una zona de tatami con mesas bajitas.

Las tablitas del fondo era la carta

Nos comimos unas piezas de sushi que estaba muy bueno. Habrían unos 6 o 7 tipos de pescado diferentes. Una pena estar tan hambrienta que ni me acordé de sacar una foto hasta que ya me lo había zampado todo. De todas formas seguro que en el perfil de Google del restaurante habrá alguna de la comida. Tsune sushi se llama el sitio.

Y no estaba previsto, pero resultó en una grata sorpresa ver que en esa zona había una especie de mercado. Encima era domingo y se ve que había alguna ocasión especial en un templo que estaba a mitad del mercado y se veía a mucha gente con los kimonos tradicionales por allí. Había alguna que había hecho una interpretación libre del kimono, pero eran realmente vistosos y bonitos. A mi me encantan. De hecho, me he traído 2 de vuelta a casa.

Había gente por allí (sobre todo turistas) montados en rickshaw recorriendo aquello. Curioso cuanto menos. El tipo que conduce iba andando. Ni bici ni gaitas, andando.

Aparcado

Era un poco una zona orientada al turista, pero los precios más o menos estaban como en cualquier otro lugar. Lo que me llamó la atención fue la cantidad de sitios en los que alquilaban kimonos por horas. Y claro, tiendas con kimonos de segunda mano. Si llego a saberlo… percheros y más percheros con kimonos, obis, cuerdas… de todo y a buen precio. En algunas rondaban los 2.000¥, pero otras tenían “tarifa plana” en 1.100¥. Si alguien tiene la intención de buscarse un kimono, este es el sitio. Hay mucho donde elegir.

Calle comercial Nakamise

Ya como segunda comida del día (a estas alturas llevábamos el sushi a la altura de los tobillos) fuimos a un restaurante con plancha (como no) y nos hicimos unos fideos bien buenos.

Yakisoba

Y para rematar la faena y ya acabar de agotarnos del todo nos fuimos de vuelta a Akihabara a cacharrear un poco más. Es curioso, alli en España ni se nos pasaría por la cabeza dejar en la calle mercancía en ninguna tienda que valga más de 1€ o 2€. Mirad aqui.

Un escaparate cualquiera

No se si lo veis bien, pero en esa caja hay IPads. IPads expuestos en la calle, sin ningún sistema de seguridad ni nada más allá de una fina bolsa de plástico del zip. Si fuera España, a los 10 minutos no queda ni el cajón, ya os lo digo yo.

Así en general hemos estado haciendo una media de 16 km al día CAMINANDO, por supuesto aquí no entran los trayectos en bici/patinete o tren. Agotados es poco. Vamos a necesitar vacaciones de las vacaciones.

Día 13, Tokio

Bueno, ya estamos en España. Y aunque todavía no hemos llegado a casa falta muy poco. Sigo contando la recta final del viaje. Está vez no van a pasar meses antes de acabarlo de contar.

Pues nos levantamos con una misión, ir a la tienda de Citizen a cambiar la correa del reloj de Roxu ya que en Osaka no tenían para su modelo. Resulta que Citizen es japonesa y que mejor sitio para cambiar la correa. Pues allá cogimos 3 trenes para plantarnos en el barrio de Ginza. Pijo donde los haya. Citizen estaba en un bajo de un edificio algo escondido, pero las principales fachadas tenían marcar muy caras, Fendi, Prada… os podéis hacer una idea. Y estaba aquello hasta las trancas de gente. De hecho, parece que durante los fines de semana cierran el tráfico en esa zona.

La calle sin coches

Dimos una vuelta por allí y luego decidimos pillar unas bicis de alquiler para dar una vuelta. Yo no sé los kilómetros que les hicimos ese día, pero menos de 10 no fueron. Madre…

Como no, nos fuimos a comer a uno de esos lugares con plancha, pero este era como un poco más pijo que los otros. La comida estaba buena, pero tenía aspecto más “de foto” que las otras.

Okonomiyaki

Y ya aprovechando que estábamos por la zona fuimos a una tienda de bonsái cercana. Que pasada. Arboles que aquí fácilmente podrían sobrepasar los 600€ o 700€ aquí valían bastante menos.

Un señor pino

Este en concreto vale 1.800.000¥, que al cambio son unos 11.000€. En España pueden pedir más por el, aunque quizá no sea el mejor ejemplo. Pero he visto algunos que no llegaban a 35€ que en España me han pedido por ellos hasta 90€ por cosas con menos “gracia”. Al final me llevé un par de macetas pequeñas, no me atreví a llevarme ninguno entero por varios motivos, entre ellos el cargo de conciencia si me me muere al llegar. Me conformo con un recuerdo.

Ya cuando dimos suficientes vueltas nos fuimos hacia el hotel, pero antes hicimos una parada en el Pachinko de nuevo. Hoy si pude hacer una foto (básicamente nunca me acordaba) de las máquinas.

Ruidosas, muy ruidosas

Y poco más, comimos sushi para llevar, Roxu acabó llorando de nuevo por el wasabi de aquí (podéis verlo en su perfil de Facebook) y vuelta a la cama. Debe ser el primer viaje en que no me adapto del todo al horario local, me costaba dormirme.

Día 12, Tokio

Hoy salíamos sin rumbo fijo, no tenía yo un planing demasiado claro, pero al final hemos acabado yendo a un Food court que hay aquí en Tokio (que yo sepa). No nos ha convencido nada, pero mientras lo buscábamos hemos visto esto.

En mitad de un centro comercial

Había una montaña rusa que literalmente atraviesa el centro comercial. Si no me crees amplía la foto y mira el cilindro blanco un poco a la izquierda a mitad de foto. Resulta que dimos con el Domo, que es un estadio de baseball (creo) y que tiene un montón de negocios y lo llaman a todo junto Domo City. Me hubiera gustado subir a la montaña rusa, pero estaba fuera de servicio, supongo que por no ser fin de semana. Caminando en busca de un sitio donde comer hemos acabado dando con el bario de Akihabara, y después de comer en otro lugar con plancha (aunque no tan buena como la de ayer) nos hemos ido a darle una vuelta a la zona que llaman “Electric Town“ y no sin motivo.

Un pasillo

Puestos y tiendecitas minúsculas con componentes, memorias, integrados y todo lo que puedas necesitar para reparar algo. Hay algunos que yo hacía 20 años que no veía, desde que acabé de estudiar electrónica que en aquel entonces ya me parecía que estaba un poco desfasado. Total, hemos encontrado alguna cosa interesante y seguimos marcha.

Hemos probado un servicio que hay aquí en Tokio de alquiler de bicis y patinetes y oye, tiene su aquel. Salen a buen precio y te puedes mover por donde quieras. Las bicis son una pasada, con un pequeño impulso avanzan muchísimo ya que son de pedaleo asistido. ¡Yo quiero una! La empresa se llama Luup y sale a 200¥ 30 minutos. Hay muchos sitios donde coger o dejar uno y lo mejor de todo, llego al suelo sentada en la bici.

Tras hacerle el lío y llevarlo a comprar otro kimono, ya hemos dejado las bicis y a por la cena. Estamos agotados. Y no es para menos, desde las 12 del medio día hasta las 21 hemos recorrido 13 kilómetros andando. Lejos queda del récord de 21km, pero es que en estos momentos no damos más de sí. Y mañana más cositas. Todavía me quedan sitios que dar por vistos.

Día 11, Tokio

Hoy, en cuanto hemos conseguido despegarnos de la cama y el futón (luego os cuento eso) nos hemos ido a la Kokufu. Es la exposición de Bonsái por excelencia. Y la grandísima suerte es que ha coincidido con el viaje y he podido entrar. Quizá me la esperaba un poco más grande por las fotos que habían subido otros años, pero no le quita mérito. Había algunos que eran maravillas.

Bonsái de unos 30cm de alto

Si por mi fuera le habría dado una segunda vuelta a todo, pero 1: hacía frío dentro para no marear a los bonsái con tanto cambio de temperatura y 2: a Roxu no le hacen especial ilusión los bonsáis, ahí que tampoco era plan de tenerlo un par de horas más allí metido. Aquí no voy a poner más fotos, pero las podréis ver en instagram si queréis.

Después de la Kokufu salimos y había un zoo justo al lado. Como las entradas nos salieron gratis por la discapacidad de Roxu, pues para dentro. Y he de decir una cosa. Menos mal que en Europa se han prohibido este tipo de recintos. No era un centro de recuperación ni estaban en “semilibertad”. El oso polar tendría no más de 20 o 25 metros cuadrados y no hacía más que dar vueltas al rededor de la puerta para entrar. Una tras otra, siempre la misma vuelta. No se le veía tranquilo, se le veía angustiado. Y como ese habían más, una nutria que daba vueltas en redondo a un tronco tirado en el suelo… en fin, que ya que los tienes encerrados al menos dales un espacio prudente, no una caja de zapatos.

Entonces nos fuimos dirección la estación de Ueno a ver si encontrábamos algo de comer, y vaya si dimos con algo. Otra vez un sitio de esos con una plancha caliente delante, solo que esta vez eran individuales.

Edamame y tompeiyaki

Hay que ver con lo sencillo que son estos platos y lo buenos que están. Nunca habíamos comido el Edamame (un habitual en nuestra cocina) con ajo y perejil (supongo) a la plancha. Estaba buenísimo. Y el Tompeiyaki es muy simple, huevo, bacon, cebolleta y arroz inflado con salsas por encima. Tengo que averiguar la salsa oscura de que es. La otra tengo claro que es mayonesa.

Y antes de irnos de esa zona nos metimos en una juguetería. Para los papis con niñas de la edad de Miniyo, los Families aquí valen menos de la mitad. La casa grande en España ronda los 90€, aquí vale unos 40€. Y las cajas con 4 muñecos allí vales 25€ y aquí las compramos entre 12€ y 13€. Miniyo no espera lo que le llevamos. Va a alucinar cuando vea la maleta. Parece contrabando.

Ya después lo de siempre, a buscar cena y al hotel, que los 15.000 pasos que damos todos los días pesan, y más cuando añadimos una hora y media de transporte público como poco.

Lo que os tenía que contar del colchón y el futón es que ayer, cuando llegamos, nos metieron en una habitación con una sola cama pequeña, y el dueño de la casa (era una habitación en una casa donde alquilan 2 de ellas) me trajo un futón, pero que más que futón era un colchoncillo como un edredón grueso. Esta mañana he conseguido que me de otro para que esté un poco más mullido. Yo quería inmersión, y vaya si lo he conseguido. Ya veremos hoy como duermo.

Día 10, Tokio

Bueno, los días que hay vuelo la verdad es que no nos da tiempo a ver mucho. No sé cómo nos las apañamos que solo nos da tiempo a buscar sitios donde comer.

Llegamos en tren hasta Tokio desde el aeropuerto en un trayecto de más o menos una hora y caímos en esta estación:

Fuera de Ikebukuro station

Esto ya va cambiando en cuanto al aspecto de la ciudad. Había muchísima gente. No es que no lo esperara, es que me sorprendió de todas formas. Y llama mucho la atención que todos van vestidos en una gama de colores entre el negro, azul oscuro y gris. A penas ves color en estos sitios y si lo hay suele ser gente de fuera arrastrando maletas.

Total, nos fuimos dirección al hotel en un Uber y de ahí ya empezamos a colimbrear lo que había cerca para buscar donde comer y dimos con la estación de Oyama. Es muy pequeñita, pero tiene un trasiego de trenes terrible. En lugar de estar bajo tierra o al aire está a la altura de la calle y hay un paso a nivel que parte en dos una zona bastante concurrida.

El paso a nivel de Oyama station

Y lo mejor de todo esto es que esa barrera amarilla y negra pasa más tiempo bajada que subida. Hasta 4 trenes he llegado a contar en un par de minutos. Levantarse la barrera, empezar a cruzar y más o menos a medio camino volver a cerrarse. Te digo yo que habrá gente mayor que no le de tiempo a cruzarla seguro.

Como era un poco pronto nos fuimos a ver un poco la zona y dimos, como no, con varias salas de Pachinko. Es un juego en que tú “alquilas” unas bolitas de metal y las pones en una máquina donde un lanzador tipo pimball las sube. Si al bajar caer en el agujero correcto tienes premio. Son muy ruidosas, y hay muchísimas. Bueno, pues nos sentamos en una de ellas a hacer un poco el cafre y a parte de perder el tiempo conseguimos unas chocolatinas con los puntos que nos tocaron.

Al salir ya pillamos algo de cena y para el hotel, que estamos destrozados y lo que nos espera. Mañana… Kokufu!!