Que poquito ha faltado…

Hoy prometía ser un día de esos geniales que te arreglan la vida. Pero al final…

Nos llamaron a medio día una pareja muy maja que conocimos a raíz de las bicis. Nos habían encontrado casa. Pero de las buenas buenas. 7 habitaciones, 3 cuartos de baño, jardín, sótano… Vamos, inmensa. A un precio increíble y sin fianza. Solo nos quedaba rezar por que no estuviera cayéndose a trozos.

Quedamos para ir a verla. A unos 10 km de aquí. Y bueno, a primera vista era una casa preciosa, con patio privado para unos pocos vecinos, en un pueblo tranquilo… una auténtica maravilla. Por dentro un poco anticuada, pero nada que un poco de paciencia no pueda arreglar. La vemos por dentro y no le hacía justicia a lo que nos habían dicho por teléfono. Grande no, ¡enorme! Amueblada y lista para entrar.

Hablamos con la dueña (bueno, yo no, mi novio y el amigo. Yo ni papa.) y está de acuerdo, incluso con los perretes. Todo genial hasta que aparece el marido y le dice que ya se la había prometido a una mujer divorciada y su hija. Así que al final me quedé con la miel en los labios.

Nos hizo una especie de «tour» por la casa y le iba diciendo algo a mi novio de los muebles. Él solo me decía «¿Te gustan?». Cómo no van a gustarme. Muebles vintage de diseño hechos de madera noble. Eran todos preciosos, y en muy buen estado. Cuando ya casi salíamos, me dice que todos esos muebles y cosas que yo he dicho que me gustan son nuestros. ¡Nuestros! Habitación de cama doble, mesitas de noche y super-armario. Banco y mesita de cocina preciosos muy típico de aquí. Salón con sofá para 7 plazas (ala la hostia de grande) en perfecto estado. Juego de platos, soperas, tetera, tazas, vasos… Buf! Un montón de cosas para nosotros. Solo tenemos que desmontarlos y llevarlos al garaje entre hoy y pasado mañana. Algo es algo…

No tendremos casa todavía, pero al menos me llevo la alegría de que nuestra futura casa ya la tenemos amueblada.  Y la desilusión se me hace más llevadera.

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