De incógnito

Hoy uno de los perretes me la ha jugado. Y he estado a punto de dejarlo fuera a dormir al «fresquito». Pero claro, con esos ojos de «¿no me vas a dejar entrar?» que me pone Garrapatis, cualquiera lo deja llorando amargamente en el jardín.

Hemos ido a dar un paseo con los perretes a un lugar en medio del campo al que solemos ir a soltarlos, básicamente para que se desfoguen y al llegar a casa no den por saco. Como siempre que vamos, se han pegado sus buenas carreras, Histérico me ha suplicado que le tirara unas piedras para ir a por ellas y Garrapatis ha encontrado una «mancha» interesante en el césped sobre la que revolcarse y hacer la croqueta. Lo típico. Lo que me ha extrañado es que ha hecho la croqueta unas 17 veces en el mismo sitio, y yo desde el camino intentando que se distrajera e hiciera otra cosa.

Después de 722 piedras lanzadas al campo para que Histérico las buscara (sin mucha suerte) me he cansado y al tirar la última me he refugiado en el coche. En ese momento, una moto aparecía por el camino a lo lejos, y como aquí los fieras tienen un espíritu kamikace, hemos tenido una operación «nos vamos» ligerita. Ya los 4 en el coche, nos damos cuenta de que huele a vaca, y pensamos que Garrapatis se ha vuelto a comer algún trozo de «regalito» de vaca. Bajada de ventanillas urgente e inspección de los perretes para averiguar cual apesta.

¡Sorpresa! No es el aliento lo que huele tan mal, es simple y llanamente que los revolcones croquetiles de Garrapatis hoy vienen con premio. Me vais a perdonar por la expresión, pero venía literalmente hasta las orejas de mierda de vaca. No se sabía si era blanquito o marrón oscuro. El primer comentario ante el descubrimiento ha sido «este no entra así en casa», así que nada más llegar los he atado a los dos en el jardín. Con la ayuda de un par de botellas de agua y el bote del Fairy teutón (que esto merecía un buen limpiador) le he pegado un refregón a Garrapatis mientras me miraba con ojos de carnero degollado para que parara su tortura. Y cuando le he empezado a enjuagar lo ha acompañado de sonidos lastimeros. El perro en cuanto a dramático no le gana nadie.

Los vecinos mirando por encima del seto para ver qué le hacía al pobre perro, pero al ver que solo lo estaba bañando empiezan a reírse. Con las botellas de agua no es suficiente, así que he tenido que entrar a llenar un cubo, momento que Garrapatis aprovechó para intentar entrar, pero como la cuerda solo llega hasta la puerta, se sacudió ahí mismo. Ale, toda la entrada de la caseta llena de agua y jabón. Salí con el cubo en la mano y el perro ya sabe a lo que voy. Huye de mí y se refugia detrás de Histérico, que es la mitad de grande. Al final han acabado los dos bien mojados (que Histérico es muy solidario con su compañero de juegos y no se movió) revolcándose bajo mis gritos y mirada horrorizada en el mini-sofá y las sillas. Maldita la hora en que los dejé entrar antes de que se secaran un poco.

Así que al final de la jornada el resultado ha sido «Mami» 1- Perretes 6. Pero la venganza es mía, que esta noche solo les queda pienso del que no les gusta y no tengo nada para que lo acompañen. Han mirado unas 20 veces el plato de pienso con la esperanza de que algo rico haya caído en él. Pero oye, ¡que no cae nada!